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Las alternativas de movilidad que encontramos hoy en día en el mercado nos permiten tomar decisiones que afectarán no sólo a nuestra manera de movernos por nuestra ciudad, sino también a nuestro bolsillo. El coche convencional tiene hoy un nuevo amigo en las carreteras: el vehículo eléctrico. En la actualidad, los conductores deben entrar a valorar diversos puntos de análisis a la hora de decidirse por la compra de un vehículo. La cartera, muchas veces, es determinante de la decisión a tomar.

El respeto al medio ambiente, la eficiencia y el rendimientodel motor eléctrico son puntos clave a tener en cuenta que inclinan la balanza hacia el mismo, y suponen argumentos de peso. Pero ocurre que la parte económica aún resulta algo desconocida. En relación a sus datos de consumo, coste de recarga y gasto en mantenimiento, entre otros puntos, el coche eléctrico nos trae cuestiones muy llamativas.

En función del precio del kWh, y de nuestro estilo de conducción, podremos obtener un dato bastante aproximado del gasto que nos supondrá un coche eléctrico. Aunque es cierto que tiene algún que otro reto por delante, en cuanto a mantenimiento tiene todas las de ganar ya que se limita al cuidado de los neumáticos, limpiaparabrisas y filtro de aire, principalmente. Nos podemos despreocupar de otros elementos como los cambios de aceite o las roturas de correa, y el motor eléctrico es relativamente sencillo, no así la electrónica involucrada.

Eficiencia y la economía del CO2

Buena parte de los compradores de vehículos eléctricos invierten orientados por su elevada eficiencia energética y por sus nulas emisiones en circulación. Pero, ¿cómo se mide la eficiencia de un vehículo?

De forma sencilla podemos definir, en primer lugar, el «Well-to-tank» como la eficiencia a la hora de transportar la energía desde su fuente al tanque o a la batería del coche; el “Tank-to-Wheel” como el transporte desde el tanque o batería a las ruedas; y el “Well-to-Wheel” como la suma de los dos anteriores, ofreciendo la eficiencia global del proceso. En el procedimiento se tiene en cuenta, incluso, el rendimiento del convertidor eléctrico, el de las baterías y los sistemas mecánicos.

Para entender su importancia, hagamos algunos cálculos sencillos pero relevantes. Tomemos como consumo medio de los vehículos eléctricos la cifra aproximada de 14 kWh/100km, un valor que dependerá del vehículo elegido. Teniendo en cuenta que el número de emisiones medias de generar la electricidad, según el mix energético español, es de alrededor de 0,234 KgCO2/kWh. Este CO2 no es real, sino equivalente, y se usa como estimación.

Multiplicando ambos términos obtenemos que un vehículo eléctrico de gama media tiene un impacto de unos 3,3 kgCO2/100 km, pero que se convierten en 0 KgCO2/kWh si nuestra distribuidora trabaja con energías renovables. En 2018 las emisiones en circulación van entre los 8 kgCO2/100km y los 15 kgCO2/100km. No todos los vehículos son iguales.

Y en términos económicos… ¿cuánto cuesta mi vehículo eléctrico cada 100 km?

Como hemos visto, el motor eléctrico tiene un rendimiento potente y ecológico. Esto significa que con la misma energía puede llegar más lejos. Si realizamos una media de consumo a los 100 km de los vehículos eléctricos e híbridos del mercado en nuestro país, obtendremos un dato cercano a los 12,65 kWh/100km. Aquí no hablamos de contaminantes, sino de la energía necesaria para recorrer 100 km. Si las fuentes de energía son renovables, cada kWh necesario tendrá un impacto nulo en la atmósfera.

Pero, ¿cuánto cuesta un kWh? El precio medio de las comercializadoras eléctricas ronda los 0,13 €/kWh, variable y actualizable según la fecha, por supuesto. Además, a nivel particular podemos reducirlo si nos adherimos a diferentes tarifas de discriminación horaria como la tarifa supervalle de 23h a 7h. De esta forma obtenemos un coste medio cada 100 km de 1,64€ para el vehículo eléctrico. O, lo que es lo mismo, cada kilómetro nos cuesta 0,0164 euros de electricidad. Esta cuenta variará en función del vehículo elegido, pero en todos suele ser así de baja.

Además, los vehículos eléctricos tienen un comportamiento muy lineal. Es decir, detenido su gasto es completamente nulo porque el motor eléctrico deja de moverse. Eso lo hace una muy buena opción para la movilidad en las ciudades. Si nuestro día a día nos lleva por trayectos urbanos, nuestro ahorro en consumo se hará notar más. A esto hay que sumar que una de las ventajas del vehículo eléctrico es que recupera energía de la batería durante las bajadas pronunciadas, tales como puertos de montaña. Hay que tenerlo presente en los cálculos.

Mantenimiento y parking: nada de lo que preocuparse

Hemos mencionado cómo los vehículos eléctricos son limpios y eficientes, así como asequibles en la circulación. De pasada, hemos mencionado el mantenimiento, otro de los puntos en los que el eléctrico tiene ventaja. Veámoslo más a fondo.

Si invertimos en un vehículo eléctrico, su mantenimiento no nos supondrá ningún dolor de cabeza. Entre otros factores, no tiene embrague, ni aceites, ni filtros, ni correas de distribución. Es decir, es relativamente simple. Si alguna vez has tenido un pequeño motor eléctrico en tus manos habrás podido comprobar que basta con mantener limpios los bornes y mantener el eje orientado para evitar desgaste. E incluso este es fácil de solucionar.

En un vehículo eléctrico hay más complejidad, pero no mucha más. Esto reduce las reparaciones considerablemente. Pasar menos por el taller no solo significa desembolsar menos dinero. Si puedes evitarte una visita al taller cada pocos años, sin duda se trata de un aumento de la calidad de vida. A nadie le resulta agradable tener el coche una semana inmovilizado.

¿Y para aparcar? Más ventajas. En las grandes urbes como Madrid y Barcelona, el coche eléctrico tiene alfombra roja para aparcar gratuitamente en la zona azul y en plazas de recarga. Además, éstas últimas van apareciendo poco a poco en mayor número y, si estás decidido a instalar uno en tu garaje particular, existen subvenciones de hasta 1.200€. El vehículo eléctrico va abriéndose paso a lo largo y ancho de nuestras carreteras para convivir con el resto de alternativas sobre ruedas en ciudades más limpias.

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